miércoles, 6 de marzo de 2030
martes, 4 de febrero de 2025
IA y actuación
Hank Azaria, reconocido y talentoso actor de voz, quien personifica a Moe y al Jefe Gorgory en Los Simpson, recién publicó una columna en el New York Times titulada “¿Pueden los personajes tomar vida sin personas?”. En esta columna, Azaria reflexiona sobre la capacidad de la inteligencia artificial para recrear voces, para lo cual se vale de su experiencia personal en "Los Simpsons" durante casi cuatro décadas.
Azaria, en su columna, expresa tristeza ante la posibilidad de que la IA pueda replicar lasmás de 100 voces creadas en su carrera profesional. Según el artista, una voz es más que solo un sonido; es la manifestación de la humanidad, un componente esencial que involucra tanto el cuerpo como el alma para lograr una interpretación creíble. También argumenta que la actuación de voz no se limita a simplemente hablar, sino que requiere un compromiso físico y emocional profundo. Los actores de doblaje realizan acciones físicas, como correr o llorar, para meterse en el personaje, e incluso utilizan objetos que les ayuden a conectar con la realidad de la escena. ¿Puede la IA generativa hacer esto?
Un aspecto clave que destaca Azaria es la importancia de la improvisación en el doblaje. Las interrupciones y el intercambio natural en el diálogo son difíciles de replicar por una computadora, ya que son fruto de la interacción humana y la espontaneidad del momento.Quienes doblan voces para América Latina, además, aportan a sus personajes elementos que permiten conectar con la idiosincrasia del público. Famosa es la anécdota de Eugenio Derbez caracterizando a Burro en Shrek y modificando, de fondo, el guion para cambiar los gags acorde a nuestra cultura.
Por su parte, Azaria explica que sus personajes han sido creados a partir de imitaciones de celebridades, amigos y familiares, a veces con modificaciones que dan como resultado una voz única. Por ejemplo, la voz de Moe surge de añadir grava a una imitación de Al Pacino, mientras que la del Jefe Gorgory es una imitación de Mel Blanc imitando a Edward G. Robinson. También menciona que la voz de Agador en "The Birdcage" no solo se basó en la voz de su abuela, sino también en su mentalidad y afecto.
La columna plantea una pregunta clave: ¿será una voz generada por IA capaz de transmitir la misma emoción y credibilidad que una actuación humana? Azaria duda que la IA pueda capturar la esencia de sus personajes, ya que la falta de humanidad podría ser notoria. Sin embargo, se pregunta si la audiencia notará la diferencia, especialmente en un mundo distraído. Aunque reconoce que la IA podría producir múltiples tomas, duda que pueda comprender el ritmo cómico o lo que es gracioso. A pesar de su preocupación por su propio trabajo, ya que la tecnología avanza rápidamente, también contempla un posible beneficio de la IA, como la recreación de voces de actores fallecidos, como Mel Blanc. Sin embargo, subraya que se necesitaría a alguien con un conocimiento profundo del personaje para dirigir a la IA.
La premisa es clara: adaptarse o desaparecer.
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Propaganda con piel de pluralismo
En América Latina, la comunicación alternativa ha sido históricamente una herramienta para amplificar voces marginadas. Sin embargo, cuando los gobiernos intervienen para moldear esos relatos, la narrativa deja de ser diversa y se convierte en propaganda. Ejemplo de ello son los recientes encuentros internacionales organizados por los gobiernos de Venezuela y Colombia, eventos que, lejos de promover el pluralismo, parecen estar diseñados para consolidar estrategias de control mediático con financiamiento público.
Por un lado, el gobierno de Nicolás Maduro organizó el “Gran Festival Mundial Antifascista en Venezuela”, con la participación de más de 2.000 delegados internacionales. La vicepresidenta Delcy Rodríguez lo describió como un esfuerzo para fortalecer la “lucha contra la guerra cognitiva de los medios hegemónicos”. Pero la verdadera intención detrás de este festival, pagado con la plata de los venezolanos, es consolidar un bloque mediático que impulse su discurso político y brinde legitimidad a un régimen cuestionado por violaciones de derechos humanos.
Previamente, en Colombia, el presidente Gustavo Petro y su administración ‘botaron la casa por la ventana’ para alinear a medios alternativos con su visión política. A través de eventos como "Uniendo Voces", realizado en Armenia, el gobierno ha canalizado más de 3.000 millones de pesos para consolidar un ecosistema mediático favorable a su gestión, eso sin contar con el uso abusivo de los medios públicos como caja de resonancia y de desinformación petrista. -Ahora que Petro se compara con los personajes garciamarquianos, era Crónica de una muerte anunciada-.
La estrategia, que en apariencia es un apoyo al periodismo comunitario, se convierte en una forma de influencia estatal que busca posicionar una narrativa oficialista frente a los medios tradicionales.
Ambos casos evidencian un patrón común: el uso de dinero público para movilizar influencers y activistas que posan de informadores, para construir redes de comunicación leales, disfrazadas de independencia. No es casualidad que estas iniciativas se den en paralelo y con invitados internacionales como el fanático ‘progresista’ exdirigente de Podemos de España, Juan Carlos Monedero. Se trata de una estrategia orquestada para influir en la opinión pública más allá de sus fronteras, generando un efecto de validación mutua entre gobiernos afines.
La inmisión de los influencers en la política ha sido un factor clave en la expansión de estos discursos. En Argentina, por ejemplo, creadores de contenido han sido señalados por recibir financiamiento del gobierno venezolano para difundir propaganda, lo que incluso podría acarrear consecuencias legales, según varios analistas de ese país. En Colombia, las ‘bodegas’ –como se les llama a estas hordas de influencers prepagos- también juegan un papel crucial en esta estrategia al promover el relato oficialista en plataformas digitales, para lo cual el gobierno destina recursos significativos en entidades del Estado. Muchos de estos influenciadores no tienen título profesional, pero sí un abultado número de seguidores.
Esta instrumentalización de la comunicación representa un problema serio para la democracia. Lejos de fomentar el pluralismo, estas acciones general ruido y, como sabemos los comunicadores, el ruido es una interferencia que distorsiona el mensaje y confunde a la sociedad. En democracia, ese ruido no es casual: se usa para desviar la atención, sembrar caos y desconfianza, además de fragmentar el debate público.
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No más ‘woke’.
El término ‘woke’ se ha hecho sonoro de manera especial en los últimos días. Lo que comenzó como una expresión nacida en la comunidad afroestadounidense para describir la conciencia ante las injusticias raciales y sociales, ha sido transformado y desvirtuado, pasando de ser un símbolo de empoderamiento a una herramienta de polarización y control ideológico.
En su origen, ‘woke’ representaba un estado de alerta frente a la opresión. Desde la canción "Scottsboro Boys" de Lead Belly en 1938 hasta su popularización en el movimiento Black Lives Matter, el término fue un llamado a despertar frente a la desigualdad. Sin embargo, como suele suceder con los conceptos que alcanzan una visibilidad masiva, su significado evolucionó y se distorsionó con el tiempo. En la actualidad, ‘woke’ es tanto una insignia para ciertos sectores como un blanco de crítica para otros. Su uso ya no solo denota conciencia social, sino que se ha convertido en un arma arrojadiza en las guerras culturales contemporáneas.
El fenómeno, en mi criterio, debido a la saturación y abuso del concepto, ha desatado una corriente de opositores que crece como bola de nieve. Elon Musk, por ejemplo, lo ha catalogado como un "virus", argumentando que su proliferación sofoca el pensamiento crítico y la diversidad de ideas. Por su parte, Donald Trump ha centrado mucha de su narrativa política en atacar lo que denomina la "dictadura woke", vinculándola a políticas que, según él, erosionan los valores tradicionales. La aireada voz de Trump no es aislada; avizora un cambio en la agenda cultural que se puede imponer allende a las fronteras norteamericanas.
Las grandes corporaciones, por ejemplo, han respondido a esta polarización. Disney, tras años de promover una agenda inclusiva,mejor dicho ‘woke’ –incluso muchas veces forzando las producciones- ha optado por volver a un enfoque neutral para reconectar con su público mayoritario. Mientras tanto, Meta, bajo el liderazgo de Mark Zuckerberg, ha relajado sus políticas de moderación en temas de discurso de odio y diversidad, distanciándose de su postura anterior de defensa explícita del progresismo.
Lo preocupante del ‘woke’ radica en su instrumentalización como herramienta de control. Lo que alguna vez fue un grito de resistencia se ha utilizado para imponer agendas, juzgar a quienes piensan distinto y sofocar el debate abierto. Este fenómeno no solo afecta a las instituciones políticas y empresariales, sino que permea en la vida cotidiana, imponiendouna narrativa que no admite matices ni disidencias. En su afán por visibilizar ciertas causas, termina limitando otras, cayendo en la misma intolerancia que supuestamente combate.
Si bien es necesario mantener la conciencia frente a las desigualdades, la manera en que el ‘woke’ se ha convertido en un campo de batalla ideológico puede llegar socavar los principios democráticos.
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Bulos presidenciales
La reciente polémica en torno a una fotografía del presidente Gustavo Petro junto a una menor de edad, quien porta un arma de fuego, ha puesto en evidencia dos grandes realidades de nuestra era: el poder de las herramientas digitales para manipular imágenes y el riesgo de que figuras públicas usen estos recursos para confundir en lugar de aclarar.
En el intento por desmentir la fotografía, el presidente compartió en redes sociales una versión alterada de la imagen original -sería ingenuo pensar que Petro fue asaltado en su buena fe, toda vez que él fue protagonista del instante-.
Según un análisis de La Silla Vacía y Bellingcat, la imagen compartida por Petro fue manipulada utilizando herramientas de inteligencia artificial como el relleno generativo de Photoshop. La manipulación es evidente en detalles como las sombras inconsistentes y las deformidades en la posición de las manos, además de errores en el logo, del eme,estampado en la camiseta.
Sin embargo, lo más preocupante es la estrategia de comunicación detrás de esta acción. Al compartir una imagen manipulada para “desmentir” algo, el presidente no solo valida el uso de desinformación como herramienta política, sino que refuerza el ciclo de desconfianza que permea nuestra sociedad.
Continuamente se leen pronunciamientos del mandatario denunciando noticias falsas, como cuando dijo “El mundo de la fake news” citando la información del diario El Espectador que indicaba “Los expresidentes Santos, Uribe y Duque condenan detención de María Corina Machado en Venezuela”, irónicamente, Petro es un compulsivo distribuidor de cuanto bulo llega a su línea de tiempo de Twitter.
Si bien la fotografía original -en la que está Petro con la menor empuñando una metralleta, conforme a la Silla Vacía, no ha sido plenamente autenticada por falta de acceso a negativos o copias físicas, la consistencia técnica de copia digital sugiere que no presenta manipulación alguna.
La inteligencia artificial, en este caso, no fue un simple recurso de edición -burdamente usado, lo que lleva a pensar que el creador desestimó el alcance- sino un actor clave en la creación de una narrativa que busca confundir a los seguidores del presidente, quienesparecen llevar puestas unas anteojeras políticas, mirando solo hacia donde su líder les indica, atrapados en un seguidismo que les impide cuestionar o reflexionar más allá de la narrativa oficial.
Este caso ilustra cómo para el presidente no se trata de combatir los bulos, sino de combatir los que no le favorecen a su posición ideológica.
Como sociedad nos urge formarnos en el consumo crítico de información para no caer en el engaño de quienes, sin miramientos, se valen de las posibilidades digitales para inyectar sus ideas.
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