Saludos. la imagen es mi pasión: en este blog encontraran información sobre temas de Fotografía,Video,Cine,Televisión,Medios Digitales,TIC,Cultura, Aquí habrá puntos de vista, conceptos, manuales, microcuentos e imágenes. Ojalá lo disfruten y me hagan sus comentarios. Nos vemos en la red (O)
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Carmesí es un libro ilustrado de Microcuentos, disponible bajo licencia Creative Commons 4.0 (CC,BY) escrito por Jorge Urrea. Siéntase libre de Descargarlo y compartirlo
Muy preocupados andan los dirigentes del futbol por la inactividad que deriva directamente en las billeteras, re millonarias del negocio -eso es lo que es- deportivo.
La oportunidad de retomar labores pasa por un proceso mediado y mediático que también ha sido una de sus fuentes de financiación, los derechos de transmisión de los partidos.
El espectador es el sentido del espectáculo y si no hay gente, ni en las tribunas ni en las pantallas, pues no hay plata y no hay gracia en la actuación.
¿Qué son marcadores fríos sin la visibilización del talento?, durante años los mezquinos dirigentes han cobrado a los medios por difundir su negocio, los noticieros no pueden mostrar ni los goles si no desembolsan y ni hablar de transmitir un partido de ligas mayores.
Ahora, cuando la única opción a mediano plazo de continuar depende de las transmisiones de radio y televisión, están enfrascados en contratos, sesiones de derechos y valores. No han podido comprender que, sin poder abrir las puertas de los estadios, los espectadores están en los medios; que ellos -los aficionados- son el deber ser y les corresponde retribuir su fidelidad llevándoles los partidos de la manera más eficiente y asequible posible.
Decía el presidente del Independiente Santa Fé que “la televisión tiene que meterse la mano al bolsillo… porque en otros países los dineros son superiores”, yo digo que ningún medio los difunda y si quieren estar al aire que lo hagan con sus propios recursos y comercialicen, a ver si es tan fácil y barato mantenerse vigentes en la mente de los espectadores.
Guardadas las proporciones, por lo que representa el ritual en términos de polémica, corren el riesgo de menguar el espectáculo por falta de difusión -atribuida a la mezquindad- a la que llegó la tauromaquia donde era casi misión imposible entrar una cámara a la Plaza, un día un empresario de la Feria de Manizales me dijo: “Le sale más fácil pagar los derechos de un concierto de Shakira” y ahora penan por los aforos.
Zapping
Una respetuosa sugerencia a la directora de Corpocultura, es sano cuestionar, poner en duda, las recomendaciones de sus asesores externos y no dejarse presionar por el “sector” que dicen representar 4 personas. Queda el sabor de que parte de los cambios realizados a la convocatoria #Elartesigue benefician más al “sector” de las artes escénicas.
La directora ha puesto la cara y habla con sinceridad -yo le creo- pero podrían estar mal informándola. En medio de una charla explicativa el pasado domingo, respondió a la pregunta de ¿por qué las artes escénicas tienen más presupuesto que otras áreas? argumentando, entre otras, que las creaciones de esta área implicaban el uso de “materiales y otro tipo de recursos” y que creían que fundamentalmente serían presentados proyectos colectivos. Parece que sus asesores no le contaron que para hacer un filminuto, que tiene asignado la mitad del presupuesto de lo que tienen teatro, danza y música, se requiere lo mismo, en términos creativos y de cantidad de artistas, y además equipo humano y técnico de producción y pos producción. Veremos cuales son los productos seleccionados de las artes escénicas, porque, hay mucho monologo contemporáneo rondando por ahí.
Mi definición ad hoc de Monologo contemporáneo: Una persona hablando en un espacio oscuro y reducido (sala desocupada de un apartamento) con una silla al lado, grabado con un celular con sonido ambiente en plano general con cambios de foco aleatorios e imagen contrastada con subexposición en unas zonas y sobreexposición en otras.
La Corporación Colombiana de Documentalistas, Alados, Consejos de Cine y un grupo de profesionales del sector audiovisual se manifestaron en contra de una convocatoria de Telecafé para‘creardocumentales desde casa’.
Están en su derecho, pero, si bien algunas de sus consideraciones ameritan revisión por parte del canal, en el criterio de este columnista, un gran porcentaje de su reclamo es desatinado y corta las alas a la formalización de la industria audiovisual, las corta también, a los realizadores que consideraron la convocatoria como una alternativa para mantenerse activos en la producción en días en los que no pueden salir de sus lugares de aislamiento y el reclamo los puso a dudar; finalmente, corta las alas a la iniciativa del canal que busca facilitar el acceso a recursos básicos adaptándose a la situación.
Seguro vendrán convocatorias más grandes y como dicen los realizadores en la misiva, allí sí, habrá que estar muy atentos a los términos de referencia.
Los indignados piden tiempo para la presentación de los proyectos, desconociendo que las mentes creativas tienen ideas de manera permanente y que el formato solicitado por el canal corresponde a un modelo básico y ampliamente conocido por los profesionales del sector; los que lo son lo saben.
Si bien es cierto que el plazo fue corto, también lo es que, considerando las condiciones del proyecto, formular la idea no implicaba salir a investigar o pre producir. ¿No se les ha ocurrido nada, mirando alrededor, en el encierro?
La convocatoria se trata de un laboratorio y en estos espacios se experimenta, se explora y se crea; esa denominación es un contrato entre el canal y el realizador para que ambas partes abran la mente a propuestas narrativas a partir de las historias que están justo en casa o al alcance de un clic y de propuestas de producción que se adapten a las condiciones técnicas con las que cuenta el realizador/investigador, que lejos deberían estar de los complejos equipos técnicos y humanos enunciados por la misiva de los ‘documentalistas’ porque que bajo las condiciones actuales no tendrían forma de operar a cabalidad.
Sí tienen razón los quejosos en que hay un grupo de profesionales que no cuentan con los documentos exigidos para presentarse y de esta forma se desaprovecha el talento. Lo pertinente, para incentivar la industria a través de la formalización, sería categorizar: asignando sin tanto requisito pequeños proyectos a personas naturales que puedan así, hacer experiencia y considerar formalizarse; y proyectos de mayor calado a empresas productoras con todos los requisitos que garanticen estabilidad. También aciertan en reclamar por la exigencia de música original en un ejercicio de tan bajo presupuesto.
Frecuentemente el sector cultural exige convocatorias, pero cuando estas salen, no les sirven. En esta oportunidad hay un cruce de encuadres -desde la óptica de Goffman-. Interpreto yo que: El canal pensó en un programa de televisión hecho con lo que hay en casa y los realizadores en un DOCUMENTAL con toda la complejidad del género.
El reloj biológico se está volviendo loco. Los horarios se corren y en vez de tener más tiempo o de gastarlo, él, el tiempo, nos gasta a nosotros.
Las horas de encierro, en esta cuarentena, se convierten en retos, deberes, tareas que no se superan; que se reproducen, cual Gremlins mojados (para quienes vieron la famosa película de los ochenta)se multiplican cada que se cumple con una meta. Entonces: la ansiedad, la angustia, la desilusión.
El tiempo, como convención social, delimita y organiza las actividades diarias; pone reglas, estructura, se convierte en recipiente contenedor de acciones, pero si no hay compromisos, se desmorona y es allí donde aparecen las licencias.
La licencia de la hora de levantarse -que corre todo el cronograma diario-; la licencia de comer un poco de esto y un poco de lo otro en cualquier momento; la de procrastinar sin remordimiento inmediato; la licencia de quejarse; la de no asearse o asear el lugar de residencia; la licencia de acostarse más tarde; de aplazar el ejercicio o de dedicarse solo a él; de invertir más tiempo en las pantallas; la licencia de hacer lo que antes no se podía por “falta de tiempo”: leer, cocinar, ayudar en el hogar, reparar cosas,(ponga aquí la suya); hay una que se está ‘viralizando’: la licencia de ser comunicadores. –Ahora todos hacen entrevistas y presentan contenidos por internet. Todos saben de todo y ‘se defienden’ con la producción audiovisual. En fin, licencias que en días de aislamiento se hacen famosas en las redes sociales, que descuadran las rutinas y se burlan del tiempo, generando la sensación de que se ha hecho mucho pero no se ha hecho nada.
Para seguir con el titulo de esta columna, y apropósito de los que pretenden determinar qué se debe o no hacer en cuarentena; nadie tiene la licencia para evaluar las acciones de los demás -excepto los jueces- flaco favor hacen quienes pretenden imponer escalas de valores a individuos autónomos o adjetivan el quehacer de los otros. ¿Qué tal si aplicamos la premisa de la canción de Paul MacCartney hecha famosa por Guns n’ Roses?
Vive y deja…
Zapping: Avanza el cuarto mes del año y ni MU (como los de las vacas) sobre las convocatorias de Concertación y Estímulos del departamento. ¿Habrá alguna licencia para no abrirlas en el tiempo estipulado por las ordenanzas?
“Cuentan los que cuentos cuentan” que hay un personaje con nombre de rey, que prefiere los “apoyos” de manera directa, dicen que mueve lo hilos, sí, como los de las marionetas.
Se comenzó a hablar de colaboraciones remotas conocidas como crowdsourcing en el año 2006, cuando el periodista de tecnología Jeff Howe comenzó a investigar el fenómeno de la tercerización de tareas mediadas por internet. Por allá en 2010, el crowdsourcing, con su hermano el crowdfounding (forma de financiar proyectos, también conocida como micro mecenazgo) se hicieron un espacio en la teoría de la comunicación digital por considerárseles propias y características del ecosistema digital que, para la época, se llevaba la atención mundial.
Bajo el modelo de ‘todos conectados’ y la premisa de la ONU a partir de los Objetivos del Milenio de “reducir la brecha digital” estaban dadas las condiciones para que una porción muy importante de creadores del mundo pudieran comenzar a juntar talentos y producir resultados de alta calidad que difícilmente se podrían conseguir con los recursos, técnicos y humanos, disponibles alrededor de una persona o empresa X en un lugar X del mundo, es decir, lo que permitió la tecnología es que se armaran ‘súper equipos’ con las personas más apropiadas para desarrollar una tarea, sin importar el lugar donde estas se encontraran.
Pero la creatividad no se queda quieta, ni se limita a súper talentos, pronto el modelo de colaboración remota se esparció y aparecieron piezas como Life in a Day, un documental -que si no lo han visto vale la pena que lo hagan- producido por Ridley Scott con el apoyo de YouTube y dirigido por el ganador del Oscar Kevin Macdonald, en el que personas de todo el mundo (consideradas co directores) enviaron colaboraciones de actividades realizadas el día 24 de julio de 2010 para crear una obra audiovisual que recrea un día en la vida del mundo.
A raíz del confinamiento vemos como la dinámica de la producción artística adopta modelos colaborativos como los descritos -sobre soporte audiovisual que sigue demostrando ser el rey porque al video, mayoritariamente, recurren las demás artes para visibilizarse- encontramos en la red a La Filarmónica de Rotterdam que reunió en una pantalla a sus interpretes para nuestro deleite o al cantante Rosarino Juan Baglieto, quien hizo una versión de su éxito El Tempano acompañada por sus músicos, cada uno, desde su lugar de cuarentena.
Y así pasan los días, Como dijo Baglieto en el colofón de su video “a la distancia más juntos que nunca”, armando un triangulo que se completa con la ecuación: interpretes desde sus casas, espectadores desde las suyas sobre la base de la red mundial de información.
Se está generando la idea de que 2020 es igual a desgracia, incomodidad y arbitrariedad, y curiosamente la cuota de pantalla —que es la cantidad de programas nacionales sobre los extranjeros emitidos por un canal— fijada para ‘paliar’ la crisis de la industria audiovisual baja del 70 % al 20 % —veinte por ciento— la obligación, que tienen los canales que hagan uso del espectro electromagnético, de programar y emitir productos realizados en Colombia con talento y equipo técnico local.
Colombia se precia de tener uno de los ecosistemas de producción mejor formados y sobre todo dispuestos al trabajo de la región. No en vano se maquilan en nuestro país productos que se emiten en canales internacionales, incluso en algunos que ni conocemos.
Martín-Barbero describe la telenovela como uno de lo principales productos culturales de América Latina y Ómar Rincón la presenta como “el producto televisivo más importante de la exportación”. Colombia es un gran productor de melodrama ya sea en formato telenovela o seriado, pero eso no es gratuito; tanto la capacidad de producción como los niveles de calidad narrativa son el producto de la exigencia de contar pertinazmente con piezas audiovisuales producidas, realizadas y emitidas en el país como requisito para explotar el servicio de televisión abierta radiodifundida; no solo somos buenos en melodramas, colombia produce formatos de concurso, reality, e informativos de muy alta factura.
La decisión tomada por el gobierno de reducir la cuota de pantalla con el decreto 516 del MinTic pone en riesgo la estabilidad del sector audiovisual. En primera medida, y en mi criterio la más relevante, porque modifica, en un momento de amplia exposición al medio, los hábitos de los televidentes —quienes como todos los seres humanos somos animales de costumbres— y así, se podría perder el gusto por el producto nacional. No se trata de imponer lo local, para opciones tienen cientos de canales en el cable, que según los reportes de la ANTV tiene penetración superior al 70 % en el país, se trata de no borrar la producción nacional del imaginario de los televidentes y salvaguardar la identidad. En segunda instancia, por el reclamo justo que han hecho actores, directores y libretistas quienes, además de estar en paro por las razones ampliamente conocidas de la COVID-19, dejarán de percibir lo que les corresponde de acuerdo con la ley Fanny Mikey si no hay reemisiones nacionales. Finalmente, porque el decreto permite a los canales regionales usar recursos del FonTIC para financiar su funcionamiento, lo que quiere decir que habrá un 20 % menos de presupuesto para producir una vez superada la crisis.
El gobierno estableció que estas medidas serán solo mientras el estado de emergencia, pero la sabiduría popular reza que no hay nada más eterno que lo provisional. Mientras tanto, se corre el riesgo de que los canales colombianos se conviertan en contenedores de productos enlatados, de que se borre progresivamente la representación en pantalla de nuestra sociedad y de que se pierda, aún más, la audiencia de la TV convencional, porque emitir enlatados viejos no da rating y para ver producciones internacionales está el cable y las OTT, así que el diferencial son las historias propias, los rostros conocidos, la proximidad con la audiencia, estos producen —a la luz de Kats— la gratificación de los espectadores.
Si esta pregunta se hubiera hecho hace un año lo más probable es que la gran mayoría de los lectores no tendrían idea de lo que se trata, pero hoy, gracias a la cuarentena y la ampliación del tiempo de ocio invertido en el mundo digital esa cifra ha de ser mucho más pequeña.
Según el portal cocktailmarketing.com.mx 20% de los usuarios de tiktok tienen menos de 19 años, 32% entre 20 y 24 años, 27% de los usuarios son personas entre 30 y 40 años y principalmente jóvenes entre 13 y 18 años son los más activos en esta aplicación.
Desde China llega… Una red social, que no pertenece ni a Facebook ni a Google, que ha crecido de una manera exponencial -como un virus- y que se basa, en mi criterio, en el arte de saber hacer el ridículo. Y no lo digo peyorativamente, no. Lo digo haciendo énfasis en la palabra arte; una gran cantidad de los contenidos compartidos en TikTok son producto del talento de ciudadanos del común que participan sus habilidades artísticas (canto, danza, doblaje) consientes o inconscientes, a más de 500 millones de usuarios en la plataforma.
1980, algún lugar del mundo.
Interior. Casa de familia/sala. Noche
En una reunión de amigos adultos, los padres de una familia convencional llaman a su hija de 13 años para que haga la fonomímica de la canción de moda. La niña, tímida, niega con la cabeza y se esconde tras la esquina de una pared -le da vergüenza-, su padre lanza una mirada profunda, sonríe falsamente a sus invitados e insiste. La niña, sin más opción, va al centro de la sala, iluminada con un tenue bombillo amarillo de 60 vatios y procura repetir lo que originalmente fue una tarea del colegio, sincronizar sus labios con la música de fondo, entre verso y verso la escena va tomando ritmo y de la timidez se pasa a la fluidez, la niña encuentra el gusto y al final… risas y aplausos -el premio del artista- que la motivan a continuar.
La familia de amigos se multiplicó, hay ‘tiktokers’ de más de 40 millones de seguidores y el promedio, en todo caso, es superior al de otras redes sociales. De la sala, como escenario o medio, se pasó a la pantalla del celular, del tenue bombillo a poderosas luces led, porque el algoritmo privilegia los videos bien iluminados y estéticos. Pero el espectáculo… es el mismo: histrionismo, el ridículo convertido en arte, en arte que divierte, que entusiasma, que a amortigua el tedio, que provoca risa, a lo mejor para muchos solo es una forma de llamar la atención de manera superflua, pero, así también es el mundo de la farándula.
El siempre vigente Aristóteles definió la mímesis como el fin esencial del arte, como la representación de la naturaleza a través de la imitación, guardadas las proporciones, eso es tiktok, la mimesis la naturaleza contemporánea, espontanea y desparpajada por eso, hoy, es viral.