Descargue Carmesí

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Carmesí es un libro ilustrado de Microcuentos, disponible bajo licencia Creative Commons 4.0 (CC,BY) escrito por Jorge Urrea. Siéntase libre de Descargarlo y compartirlo

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martes, 2 de junio de 2020

Incrédulos Redimidos

Otrora —dirían las abuelas— los pequeños cafés al aire libre de la carrera 14 en Armenia, junto a la Plaza Bolívar, hacían las veces de oficinas de unos cuantos qué revoloteando la periferia de los centros administrativos, ‘gestionaban’ para si mismos y sus amigos.

El cambio de año y la Covid-19 se encargaron de modificar esas prácticas, ahora sí culturales, —desde la perspectiva sociológica de las formas de conducta—.

En los cafés se tejían —por no decir fraguaban— conspiraciones contra los potentados del poder, contra los prósperos; quienes, por serlo; malos habrán de ser… Eso me recuerda las letras de Silvio Rodríguez Domínguez. 

Tener no es signo de malvado
Y no tener tampoco es prueba
De que acompañe la virtud
Pero el que nace bien parado
En procurarse lo que anhela
No tiene que invertir salud

Muchos de los depositarios de las malquerencias, no nacieron “bien parados”, la han luchado con disciplina, constancia y esfuerzo para llegar a donde están, pero eso no les gusta los asiduos consumidores de café de la calle real.

Las auras se han renovado por los pasillos de los edificios públicos y los cafés se han vaciado; en parte porque se cerraron, pero también, porque los visitantes cambiaron de oficina, ahora, beben café malo y pago por el erario.  

Esos mismos, no comprendían, en el gobierno pasado, las dificultades con el Plan Departamental de Desarrollo               —torpedeado por la Asamblea del Quindío—; exigían las convocatorias de Concertación y Estímulos, sin que hubiera contratación, por ende, recursos de estampilla pro cultura; también reclamaban millonaria contratación directa. Esos mismos… ahora son compresivos e indulgentes. 

Las voces que antes eran beligerantes, bajaron el tono para explicar por sus dirigentes, —cual Déjà vu argumentativo conveniente—  que: “No hay plata para abrir las convocatorias porque no ha habido contratación”; que hay buena voluntad pero, “tenemos el bendito obstáculo del plan de desarrollo”, entre otras justificaciones. Los dueños de esas voces ahora son, incrédulos redimidos.

Nos vemos en la red (0)
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Confinados

Con el lanzamiento de la serie de televisión Confinados, el pasado domingo, el canal RCN se aventuró a explorar nuevas rutinas de producción, retomar modelos de programación e inclinó la balanza en el eterno debate sobre qué es más importante en una pieza audiovisual: la historia o la puesta en escena. 

El vertiginoso avance de la tecnología de captura de imagen y sonido, y el abaratamiento de los equipos técnicos para la producción audiovisual, ha facilitado la realización de producciones y la ha democratizado, poniendo, relativamente, al alcance de cualquiera, la posibilidad de narrar desde la imagen en movimiento. 

Desde hace ya varios años el mencionado avance tecnológico ha difuminado la línea divisoria entre los soportes de exhibición del cine, el video y la televisión; de esta manera los realizadores han cruzado las fronteras narrativas aplicando los lenguajes de unos y otros soportes de manera indiscriminada, es por esto que cada vez es más común que las series parezcan películas largas y que las películas se consuman, por parte de los espectadores, en plataformas diferentes a las salas de cine y con rituales adaptados a los nuevos medios. Es decir, la diferencia entre unos y otros no radica en el lenguaje audiovisual, ni la narrativa ni en el soporte de proyección, apenas sí, ligeramente, en el rigor técnico y densidad temática. La diferencia está, entonces, en las historias, en la complejidad con la deciden los guionistas contarlas y las exigencias de producción que en los libretos reposan.

Confinados, cambia las rutinas de producción, que están en proceso de modificación desde hace unos años, porque, pasa de los grandes estudios, de las unidades móviles, de la producción multicámara y los numerosos equipos humanos; a producciones hechas en locaciones reales —Las residencias de los actores— con arte —ambientación, utilería, escenografía— que se tiene a mano, con luz natural —al mejor estilo Dogma 95— y la imagen y el sonido capturados por el micrófono del celular. Todo dirigido a distancia por una videollamada. 

Si quitamos el aparataje, ¿Qué queda?: La historia, que, como podemos ver, sí se puede contar con pocos recursos de una manera digna, dejando el protagonismo a las situaciones, a lo que les pasa a los personajes. Ojo, que esta historia está escrita para hacerse así, con pocos recursos; no se debe generalizar, ya que no es lo mismo dirigir mirando a los ojos, provocando la emoción en el actor, que dando instrucciones a distancia. No es lo mismo narrar con la imagen de un celular que teniendo el control de una cámara, dominando la profundidad de campo y valiéndose de movimientos y desplazamientos con aparatos diseñados para ello. No es lo mismo generar atmosferas con ambientación e iluminación. No es lo mismo, pero al final, es igual: tenemos un producto audiovisual que conmueve, emociona, toca fibras, entretiene.

Quienes se engancharon con el primer capítulo de la serie, vuelven al modelo de la Neo televisión. El cambio de la rutina de producción le baja el ritmo industrial y entonces, hay que esperar para ver el siguiente capítulo, retoma el modelo original de programación de las series de emisión semanal, ahora con el apoyo de las plataformas digitales. Eso produce otra experiencia de visualizado.

El riesgo que se corre es que la industria considere que, como se pueden hacer historias audiovisuales con pocos recursos y la gente igual las disfruta, esa deba ser la nueva forma de producir, y que esto afecte el ecosistema de realización: que los actores sean camarógrafos, directores de arte, luminotécnicos, proveedores de recursos técnicos y estéticos. Esto, justo cuando en las regiones apenas estamos entendiendo la importancia de profesionalizar y especializar funciones en la producción audiovisual.

Muy bien por el experimento; creativo, pertinente, representativo, audiovisual y narrativamente bien hecho. Solo espero, por el bien de la industria, que sea la acepción y no se convierta en la regla.

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