Descargue Carmesí

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Carmesí es un libro ilustrado de Microcuentos, disponible bajo licencia Creative Commons 4.0 (CC,BY) escrito por Jorge Urrea. Siéntase libre de Descargarlo y compartirlo

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sábado, 18 de julio de 2020

Larga vida al Rock and Roll

Nací en diciembre del 75, crecí escuchando las canciones de Sandro de América, Leo Dan y otros músicos insignes de eso que, especialmente en Latinoamérica, se conoce como la nueva ola; una corriente musical que, entre otras, tradujo canciones emblemáticas del rock americano y algo del europeo como ‑por mencionar solo una‑ Delilah de Tom Jones versionada por Sandro como Dalila, ‑Ambas me gustan‑. Con mucha frecuencia recurro a las tonadas setenteras que me trasladan a mis primeros años de infancia y me hacen pensar en mis padres y en lo mucho que agradezco su gusto musical.  

 

A mitad de los 80, entrada mi adolescencia, gracias a mi tío y él ‑a la vez creo yo— gracias a su hermano, me encontré con la qué sería mi banda sonora eterna: El heavy metal, atraído por los potentes y profundos riffs, los estridentes solos de guitarra, los poderosos golpes de batería y los agudos de las voces, me casé, hasta que la muerte nos separe, con: Kraken,Helloween, Ángeles del Infierno,Iron Maiden,Rata Blanca, Ozzy Osbourne,Obus,Dio,Baron Rojo,Rolling Stones, Judas Priest y una larga lista que va y viene del Rock and Roll puro pasando por el heavy hasta mi preferido el Power Metal.

 

De los años de colegio y el rock local, recuerdo visitar los ensayos de Lluvia Negra y Detonador en los barrios profesionales y providencia. En las voces del Cura y Poloncho se escuchaban covers de Metallica y Ángeles del Infierno pero también canciones originales.

 

Fui testigo de lo complejo que era hacer música con pocos recursos, incluso fabricando toms (tambores)con radiografías y platillos con latas remachadas. En esa época muchas bandas ensayábamos con los mismos instrumentos que trasteábamos de un lado para otro, cómo no reconocer al talentoso guitarrista Heider Marín, su complicidad y camaradería al prestárnoslos. Con ilusión de púber, toqué la batería —torpemente— y canté —desafinado— en una banda que llamamos Zigma, ensayábamos —de cuando en vez— con Darath. Ellos sí honran hoy nuestros sueños. 

 

Ayer se celebró el día mundial del Rock, se declaró así por haber sido la fecha del mítico concierto Live Aid, que recientemente se puso de moda por la película Bohemian Rhapsody y que coincidió con esa época que marcó musicalmente mi estética y estado de ánimo. 

 

Esta no es una columna de opinión, es tan solo una declaración para gritar, con la profundidad y textura de la voz de Sherpa: Larga vida al rock and roll porque es el idioma mejor.

Una cosa es una cosa

He sido —y así continuará siendo— defensor de los derechos de autor libres, de la neutralidad de la red y de la gratuidad de contenidos. Yo mismo, por convicción, los he creado bajo licencia creative commons. Soy asiduo visitante de portales que ofrecen toda suerte de imágenes, textos, información y formación gratuita en la red, usuario y admirador de sci hub, el portal que nos pone al alcance artículos académicos de pago con tan solo un clic. Pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.

 

La primera cosa de la que hablo, pone a disposición de los usuarios contenidos que no necesariamente representan el sustento de los creadores, sino, más bien se convierten en motores de promoción, de expresión, de difusión de sus intereses y procesos creativos. En cuanto a sci-hub es un debate largo que ya se ha dado en otros escenarios, donde se pone en una balanza la libre ‑y necesaria— difusión del conocimiento frente a los intereses económicos de verdaderas industrias de la ciencia que los quieren monopolizar. Los académicos producen —con mil y una trabas— con el objetivo de aportar a la acumulación de conocimiento y su interés es que sus resultados se difundan, no que se cobre para que otros académicos puedan acceder a ellos. 

 

La otra cosa, hace referencia a la necesidad de reconocer el trabajo de profesionales que derivan su sustento de su oficio, también a las estructuras organizativas que disponen lo necesario para la operación y producción de los productos de las industrias culturales. Caso específico, los medios de comunicación y en particular los informativos. 

 

El auge de los micromedios, entendidos estos como las aplicaciones de audio, video y texto de acceso libre, que se ‘rellenan’ con cualquier tipo de información: chismes, opiniones o inquinas presentados como noticia, genera desconcierto en los receptores —usuarios— quienes fácilmente confunden información de valor y profesionalmente realizada, con contenidos insulsos propios de la posverdad; producidos, en muchas ocasiones, por cuídanos sin conocimiento, formación, criterio y contexto sociocultural. Lo hacen sólo con la cédula y el articulo 20 de la constitución política.

 

No es raro encontrar por la calle ‘periodistas’ de celular, persiguiendo políticos y funcionarios para sacarles una declaración y “aprovechando que lo veo, pasarle una propuesta” o “por qué me tiene tan olvidado” para después compartir en grupos de WhatsApp o páginas de Facebook el contenido; finalizando así, generalmente sin edición, el ciclo productivo informativo del micromedio unipersonal. 

 

Esto en contraposición a empresas periodísticas establecidas que contratan profesionales formados o experimentados y probados; medios que necesitan y cuentan con infraestructura para cumplir con su deber comunicativo y que realizan su trabajo de comercialización de una manera ética. Así, el resultado son noticias, reportajes, crónicas, contenidos de calidad, que merecen y requieren que los apoyemos suscribiéndonos, pautando, pagando por lo que vale un trabajo informativo profesional.

 

Nos vemos en la red (0)

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