El emoji nació en Japón a finales de los años noventa y se globalizó con la expansión de los teléfonos inteligentes. Se ha convertido en un elemento esencial del lenguaje digital y por eso, cada 17 de julio se celebra este fenómeno que transformó la comunicación digital. Ese pequeño ícono que solemos agregar al final de un mensaje no es una simple decoración gráfica, sino una potente herramienta de comunicación.
Su función, además de lo estético, es actuar como equivalentes funcionales de las expresiones faciales en la comunicación cara a cara. Esto significa que, cuando escribimos un mensaje acompañado de un emoji, estamos introduciendo un componente no verbal que enriquece y clarifica el contenido emocional del texto.
En contextos digitales, donde no podemos ver el rostro ni escuchar el tono de voz del otro, los emojis suplen esa carencia. Una investigación de Thorsten Erle y sus colegas (2021)indica que los mensajes con emojis se perciben como más intensos emocionalmente y con una valencia más marcada, es decir, más claramente positivos o negativos. Ese toqueemocional no solo ayuda a interpretar mejor el mensaje, sino que también activa procesos de contagio emocional: quien recibe el mensaje tiende a experimentar una emoción similar a la sugerida por el emoji.
Desde la perspectiva del modelo EASI (Emotion as Social Information), los emojis desencadenan dos rutas de procesamiento: una afectiva, que genera emociones en el receptor, y otra inferencial, que permite interpretar el estado emocional del emisor. Esto explica por qué un simple ":-)" puede generar empatía y cercanía, mientras que un ">:(" puede provocar distancia o precaución.
Además, los emojis también afectan las conductas sociales. El estudio halló que los mensajes con emojis generan mayores niveles de preocupación empática por parte del receptor, una emoción clave en la formación de vínculos sociales, incluso en ambientes virtuales.
Paradójicamente, cuanto más digital se vuelve nuestra comunicación, más necesidad tenemos de estos signos visuales que simulan la gestualidad humana.
Vale la pena pensar el emoji no solo como un facilitador, sino también como un elemento ambivalente en la comunicación digital. Si bien ayuda a matizar el tono de los mensajes y a suplir la ausencia de gestos o entonación, también puede prestarse a malentendidos. Su interpretación depende en gran medida de quien lo recibe, de su contexto cultural, estado de ánimo o relación con el emisor. Así, un gesto pensado como amistoso puede leerse como sarcasmo; una cara seria, como reproche. En vez de cerrar el sentido, a veces el emoji lo abre. Lejos de ser una solución definitiva, estos íconos nos recuerdan que toda comunicación es un proceso compartido, siempre expuesto a la deriva de la interpretación.
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Titulo alternativo, por si no se pueden solo los emojis, ojalá que sí.: Signos que pesan