¿Son ustedes usuarios de una red social? ¿Quienes lo son, fueron obligados a darse de alta en ella? ¿Estando en ella se sienten presionados a publicar información que no quieren compartir?
No creo que nadie haya sido conminado a crear un perfil en redes sociales —excepto los gestores de redes que se dedican profesionalmente al asunto—. ¿Si no estamos obligados, entonces por qué usarlas para denigrar de ellas misas? Parece un asunto de lo políticamente correcto o de crítica ilustrada, como cuando se consideraba a una persona más inteligente por afirmar que la televisión era el origen de todos los males.
Este mes se puso en Netflix a disposición de los usuarios un documental que recogió las declaraciones de ex altos funcionarios —arrepentidos— de distintas famosas plataformas sociales. En la pieza audiovisual, los profesionales hablaron de sus experiencias en las compañías, de cómo los algoritmos nos manipulan para cambiar el mundo a su favor y el negocio que tienen montado con la atención que les damos o que nos quitan. Usan una frase que ilustra el concepto que le quieren dar a las redes sociales: “Solo hay dos industrias que llaman a sus clientes ‘usuarios’: drogas ilegales y software”. Lo curioso es que el documental llega a los ‘usuarios’ interesados en verlo a través de una plataforma que se vale de algoritmos para recomendar el contenido, según los gustos de cada uno. —Qué paradoja—.
En la racha de críticas que llueven contra las redes sociales y en particular contra Facebook, se produce la noticia de que la Corte de Justicia de la Unión Europea podría fallar en contra de la red social, impidiendo la transferencia de datos desde el bloque comunitario hacia los Estados Unidos. Eso, según una representante de Facebook, implicaría dejar de hacer multimillonarios negocios. “Las aplicaciones de la compañía ayudaron a generar ventas por valor de 208.000 millones de euros a 7.700 empresas de toda Europa”. Y adicionalmente dejó plantada la posibilidad de dejar de operar allí “no está claro cómo Facebook, en estas circunstancias, podría seguir proporcionando los servicios de Facebook e Instagram en la Unión Europea”. Una advertencia que, de llegarse a cumplir, afectaría no solo a adultos contemporáneos sociales, sino a muchas empresas que mueven sus productos a partir del sistema de relacionamiento que facilita la red.
A propósito de esto, se pregunta el académico de la comunicación Carlos Scolari —en su cuenta de Twitter— “Facebook juega al póker y amenaza con irse de Europa. Por mí, que se vaya, pero... ¿Dónde están las redes sociales alternativas diseñadas en la UE? ¿O deberemos migrar a WeChat?
La pregunta es pertinente para Colombia.
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