El 28 de abril se conmemoró el día mundial de la Seguridad y la Salud en el trabajo y, por supuesto, es inevitable pensar en el gran esfuerzo que hacen los trabajadores de la salud para cumplir con sus deberes en clínicas, hospitales, centros de salud, etc. Muchos en condiciones precarias; a ellos nuestra gratitud y admiración y al Estado el llamado para que busque las garantías que se merecen.
En otro frente de batalla, en la calle y en sus espacios de trabajo como salas de redacción y estudios de radio y televisión están los periodistas, los comunicadores, los equipos humanos de producción. Ellos también están expuestos y cumplen un papel fundamental en este proceso de circulación de información que reclamamos los seres humanos; que se fecunda en los centros de salud y entidades gubernamentales y que procesan nuestros intermediarios: los comunicadores, para permitir, de la mejor forma posible, que quienes permanecemos en casa podamos estar enterados de las decisiones que toman nuestros gobernantes y de la evolución del día a día del virus, gracias a ellos tenemos datos comprensibles y asequibles para todos.
Vemos como algunos comunicadores adecuan espacios de trabajo desde casa. Los que están frente a cámara exponen su lugar íntimo: su sala, su biblioteca, sus pertenencias personales -Eso que no tendríamos porque ver, eso que siempre nos preguntamos cómo sería-
Los que están detrás, suplen sus escritorios y espacios de trabajo convencional con la mesa del comedor llena de papeles y pantallas (celular, tableta, computador, etc), el trabajo se multiplicó y las condiciones para ejecutarlo se hicieron más complejas: El plato que se cae, los niños que ríen o lloran, la televisión o el radio sonando. Cada caso es diferente pero igual: Lavar la loza, sacar la mascota, hacer las compras, asear el lugar de trabajo y residencia, jugar y estudiar con los niños; mientras, se dan instrucciones, se escribe una nota, se edita un audio o se lee un extenso informe. Uff.
Otros en la calle, buscando la noticia, exponiendo sus vidas y la de sus familias para cumplir con su deber. En televisión y en redes sociales se les ve con sus micrófonos cubiertos de papel cristal, con mascarillas de ‘mentiras’ -no creo que sea suficiente si de seguridad y salud hablamos- pero el deber apremia.
Por el gran esfuerzo que hacen, porque es más trabajo y más complejo; porque además las condiciones económicas no son buenas. Gracias, gracias a los a los medios, a los comunicadores, porque sin importar el alto riesgo, están al frente de cañón.
Zapping: Apropósito del titulo de esta columna, extrañamos a la Asociación de Músicos Profesionales del Quindío, quienes cada año por estas fechas han sido muy activos en los medios de comunicación. Pero, por lo menos en sus redes sociales, no hay rastro de ensambles colaborativos ni propuestas creativas que evidencien su trabajo artístico en tiempos de pandemia -como grupo. Algunos de sus integrantes de manera individual si que han compartido su talento-. Es delicada la compleja situación por la que atraviesa el sector cultural, aún así, muchos artistas no paran haya o no contratos, porque el arte debe producir recursos, pero, desde lo vocacional, no solo es un negocio sino una necesidad expresiva.
Nos vemos en la red (0)
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