En 1995, cuatro cineastas daneses —Lars von Trier, Thomas Vinterberg, Kristian Levring y Søren Kragh-Jacobsen— sacudieron el mundo del cine con un manifiesto radical: el Dogma 95. Se trataba de filmar con luz natural, cámara en mano, sin decorados ni efectos, sin filtros ni artificios. Querían devolverle al cine su crudeza, su esencia, su urgencia. Su propuesta era tan rígida como impactante, y abrió un campo fértil para experimentar lejos del control de la industria.
Treinta años después, cinco cineastas nórdicos —May el-Toukhy, Milad Alami, Annika Berg, Isabella Eklöf y Jesper Just— han decidido retomar esa llama y encenderla con un nuevo manifiesto: el Dogma 25, presentado oficialmente en el Festival de Cannes de 2025. No se trata de una imitación nostálgica, sino de una visión contemporánea contra un cine que, en su afán por acelerarse, expandirse y tecnificarse, ha perdido, según muhcos, el alma.
El Dogma 25 impone diez reglas claras: el guion debe escribirse a mano; al menos la mitad de la película debe prescindir de diálogos; no se permite el uso de internet en ningún momento del proceso creativo; el equipo técnico no puede exceder las diez personas; no se pueden usar maquillaje ni alteraciones digitales en cuerpos o rostros; todo debe alquilarse, prestarse o encontrarse; y la película debe realizarse en un año, como si fuera la última que se va a producir.
Detrás de estas restricciones no hay capricho: hay un intento por recuperar la autenticidad, por rescatar el cine como arte antes que como producto. Es una respuesta directa al dominio de las plataformas, los algoritmos, las fórmulas, los filtros y las decisiones editoriales dictadas por marketing o big data. El Dogma 25 propone un cine con huella humana, artesanal, donde el error, la imperfección y lo no calculado son parte de la experiencia.
¿Radical? Tal vez. ¿Idealista? Seguro. ¿Necesario? Sin duda. En tiempos donde los presupuestos son la excusa perfecta para no crear, el Dogma 25 ofrece una alternativa incómoda pero liberadora. No se necesitan millones, ni efectos, ni influencers. Solo una historia, un equipo reducido y una voluntad feroz de hacer cine con lo que hay. Y eso, al menos para experimentar, ya es bastante.
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