Descargue Carmesí

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Carmesí es un libro ilustrado de Microcuentos, disponible bajo licencia Creative Commons 4.0 (CC,BY) escrito por Jorge Urrea. Siéntase libre de Descargarlo y compartirlo

Podcast Común-mente

Común-mente Episodio 1 - Temporada 1

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martes, 28 de octubre de 2025

Cuando aprendimos a mirar la música

MTV no era solo un canal. Fue una experiencia generacional. Los que crecimos con su pantalla como ventana cultural recordamos lo que significaba esperar el estreno de un video o descubrir, por casualidad, una banda que jamás habría llegado a la radio local. En ciudades donde la oferta musical era limitada, MTV fue conexión con el mundo. Era la academia visual del pop, el rock, el grunge y la electrónica; una escuela de tendencias gráficas, de modas y de actitudes.

 

El anuncio de que Paramount Global apagará los últimos cinco canales musicales de MTV antes de diciembre de 2025, es decir, MTV Music, MTV 80s, MTV 90s, Club MTV y MTV Livemarca algo más que una decisión empresarial. Es el cierre de una era que definió el modo en que aprendimos, especialmente los de mi generación, a mirar la música y a sentir la televisión.

 

MTV inventó una nueva manera de comunicar. La figura del VJ, esa evolución audiovisual del DJ, le dio rostro y estilo a una televisión que hablaba directamente al espectador, que mezclaba música con personalidad, moda con discurso. Cada video era una pieza de lenguaje, un relato en movimiento. Las pausas entre programas estaban llenas de promosirreverentes, de animaciones, de ironía y de cultura pop destilada en segundos: los primeros destellos de lo que después serían los “reels” o los “shorts” en redes.

 

Su poder fue tal que definió la estética de toda una época: de los sintetizadores ochenteros a la distorsión noventera, de Madonna a Nirvana. En sus pantallas nació el videoclip como obra artística y se consolidó la idea de que la televisión podía ser un espacio de identidad juvenil y de experimentación narrativa.

 

Como alguien que ha observado de cerca la evolución de la televisión, no puedo evitar leer este cierre como un síntoma del cambio profundo en la relación entre los medios y la cultura. La televisión lineal ya no dicta las tendencias: ahora los algoritmos lo hacen. YouTube, TikTok y los servicios de streaming sustituyeron la programación compartida por la personalización infinita. Pero con esa mutación se pierde algo: el ritual colectivo de ver, al mismo tiempo, el estreno de un video o un concierto en vivo. MTV nos enseñó a mirar juntos.

Algunos dirán que MTV murió cuando se llenó de realities y abandonó la música. Tal vez sea cierto. Pero su legado permanece en cada video vertical, en cada transición creativa, en cada intento por narrar visualmente la emoción de una canción. MTV fue la chispa que encendió la cultura audiovisual moderna. Su apagón me entristecepero deja el eco de un lenguaje que cambió la historia de la televisión y del arte popular. Desde la reflexión académica seguirá siendo referente estético e histórico del videoclip en el mundo.

 

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La carta, la prensa y la sospecha

En los últimos días, la Comisión de Regulación de Comunicaciones (CRC) desató una tormenta mediática tras enviar una carta a varios medios solicitando información sobre sus políticas editoriales, criterios de selección de contenidos y actas de consejos de redacción. La reacción fue inmediata: gremios, periodistas y la Defensoría del Pueblo interpretaron el requerimiento como un intento de censura o control estatal sobre la prensa.

 

Conviene, sin embargo, hacer una pausa. La CRC es un organismo técnico y algunos demiembros provienen del ámbito académico. Su interés parece haber estado más cerca de lo pedagógico que de lo punitivo: obtener insumos para analizar buenas prácticas mediáticas y fortalecer la formación de audiencias críticas. Desde esa óptica, la intención pudo ser ingenua, pero no necesariamente maliciosa.

 

El problema radica en el contexto político. En un gobierno permanentemente enfrentado con los medios —con declaraciones presidenciales que descalifican a la prensa privada y voces oficialistas que han llegado a hablar de expropiaciones amedios— cualquier iniciativa que toque la autonomía informativa se lee, inevitablemente, como una amenaza. La sospecha política devora la buena intención técnica.

 

Para entender el episodio conviene aclarar algunos términos.
Una política editorial es el conjunto de principios que orientan las decisiones de un medio: qué se publica, con qué enfoque y bajo qué estándares éticos. Esta se aplica en los consejos de redacción, que son espacios internos donde periodistas y editores discuten la agenda informativa, evalúan fuentes y definen tratamientos de los temas.
De esta manera se aplican los criterios de selección de contenidos, que son los parámetros que determinan qué información se considera relevante para el público, procurando equilibrio, veracidad y pluralidad.

 


Exponer públicamente los criterios editoriales de un medio no es un asunto menor. Implica revelar los mecanismos internos con los que se decide qué informar, cómo hacerlo y desde qué enfoque, lo cual puede poner en riesgo la independencia periodística. Si esos lineamientos llegan a manos de actores políticos o económicos interesados, podrían usarse para presionar, anticipar o manipular la agenda informativa. Además, al hacer visibles los debates internos de una redaccióndonde se discuten temas sensibles o fuentes confidenciales, se debilita la autonomía necesaria para ejercer un periodismo crítico y libre. De eta manera lo que para una entidad técnica y autónoma puede parecer un ejercicio de transparencia, para un medio significa abrir la puerta a formas sutiles de control o autocensura.

 

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Todo lo que está bien

Debo confesar que no soy imparcial al escribir esta columna. Estoy profundamente orgulloso de la Universidad del Quindío y del rumbo que lleva. Soy profesor de la alma mater, y cada vez que recorro el campus y veo arte, deporte y vida académica, me siento henchido de alegría. La celebración de los 65 años ha sido por todo lo alto: nada que envidiar a las fiestas de los entes territoriales; antes bien, mucho ejemplo dan.

 

Cultura y arte por doquier. La Filarmónica nos regaló este año un espectáculo sobrecogedor, muestra de evolución técnica y refinamiento. En teatro, Frida presentó un montaje exigente, que se apropia de las herramientas narrativas y escénicas de una manera admirable.

 

Celebrar 65 años no es solo soplar velas; es revisar con gratitud una historia que empieza en 1960, cuando el Concejo de Armenia dio vida a la Universidad, y que muy pronto echó a andar con Topografía y la Licenciatura en Pedagogía y Administración Educativa. Hoy es una institución acreditada en alta calidad que ha impactado a la región en economía, salud, arte, deporte, cultura, ingeniería, desarrollo social, medioambiente e investigación. Esa trayectoria explica la emoción que despierta esta semana universitaria: somos familia porque hemos crecido juntos, campus y territorio, aula y calle.

 

La agenda de celebración se pensó como un abrazo extendido. Abrió con la carrera ¡Somos Familia!, que reunió a cientos de uniquindianos por la avenida Bolívar: una fiesta del movimiento que recordó que caminar y correr también construyen comunidad. Luego, el Tedeum en la Catedral La Inmaculada Concepción ancló la conmemoración en la gratitud, y la Filarmónica del Instituto de Bellas Artes ofreció el concierto Aranjuez, síntesis de talento, disciplina y capacidad interpretativa.

 

El teatro tomó la posta con Frida en el auditorio Bernardo Ramírez Granada, demostrando que en la Uniquindío el escenario es también aula, laboratorio y espejo. A la par, el campus vibró con deporte, talleres artísticos, feria estudiantil y presentaciones de grupos representativos. Todo respira alegría y sentido de pertenencia.

Quiero subrayar el Camino del Emprendedor, con decenas de stands que ponen a dialogar creatividad, oficio y conocimiento aplicado; y el Reinado de la Identidad Uniquindiana, con desfile de coloridas carrozas y velada de coronación: una exaltación de la diversidad y la autenticidad. 

 

Nada de esto surge por generación espontánea. Hay liderazgo, método y corazón. Es justo reconocer al rector y a su equipo: han entendido que la excelencia académica florece cuando se riega con cultura, deporte y participación. La dirección del Instituto de Bellas Artes merece un aplauso prolongado: la Filarmónica suena con solvencia y cada expresión artística eleva la vara de lo posible.

 

La región lo percibe. No es casual que el gobernador, presidente de la Junta Directiva y miembro del Consejo Superior, haya exaltado a la Universidad como “alma que impulsa al Quindío hacia el conocimiento, la innovación y la esperanza”. Es la confirmación externa de lo que sentimos por dentro: la educación pública de calidad como camino digno para transformar vidas.

 

Les advertí que no era imparcial. Nos vemos en la red (0)

 

La bandera equivocada


 

Cuando Simón Bolívar decretó la “guerra a muerte” en Trujillo en 1813, no estaba pensando en la armonía, ni mucho menos en que la Gran Colombia fuera la “potencia mundial de la vida” que hoy promociona el gobierno colombiano. Su bandera rojinegra, rescatada recientemente por el presidente Gustavo Petro en marchas y hasta en la ONU, no simbolizaba emancipación ni justicia social. Representaba otra cosa: la licencia para exterminar al enemigo, incluso si era neutral, el eslogan macabro: “Españoles y canarios, contad con la muerte”. -No es que suene muy amigable, ni que se acomode al estilo del diálogo que ahora promulgan con los delincuentes-.

 

Históricamente, la bandera apareció en medio de una guerra civil cruenta, atravesada por tensiones raciales y de clase. Los criollos mantuanos, temerosos de una rebelión al estilo haitiano, prefirieron redirigir su odio hacia los peninsulares. El resultado fue un periodo de masacres, fusilamientos y represalias que dejaron cicatrices profundas. Es decir: el símbolo, lejos de ser un estandarte de emancipación, fue una licencia de violencia que no trajo gloria sino dolor.

 

El concepto mismo de “guerra a muerte” no nació del aire: Bolívar lo adoptó tras la caída de la Primera República de Venezuela (1812), cuando la represión indiscriminada de los realistas —con masacres en ciudades como Calabozo y San Juan de los Morros— sembró un odio irreconciliable. Inspirado además en el modelo haitiano, donde la independencia se consolidó con un decreto de exterminio contra los franceses, patriotas como Antonio Nicolás Briceño y luego Bolívar impulsaron una estrategia similar. Fue, en suma, una respuesta brutal a otra brutalidad: la idea de que en esa guerra no cabía neutralidad, solo muerte o vida, según el bando.

 

Por eso resulta paradójico –y casi cómico– que en el país que se proclama como “potencia mundial de la vida” se esgrima una bandera mortífera y cargada de cruenta historia. Es como inaugurar un hospital con una morgue en el logo -pensándolo bien, pueden ser varias las banderas equivocadas… todo un oxímoron-. El contraste entre el discurso de vida y el símbolo de muerte no puede ser más evidente. Y, sin embargo, en Nueva York estaba Petrocon la rojinegra anclada al pecho como si fuese un amuleto de emancipación y clamando por la paz de la humanidad, mientras en Colombia el crimen campea. Ni siquiera los asesinatos contra líderes sociales -qué antes se condenaban firmemente- han cesado. 

 

Los símbolos importan. Las palabras dicen una cosa y las acciones otras. De esta manera se genera un caos semántico con el que cada uno se queda con lo que logra entender, en medio de una campaña política se hace sin rubor desde los puestos de Estado.

 

Zapping

Mañana se conmemora el Día Mundial de la Radio Universitaria ,una celebración global que este año se mueve bajo el lema “Sintoniza con la gente”. La fecha, nacida en 2012, hoy reúne a más de 700 emisoras de 40 países. Vale recordarlo: en tiempos de algoritmos y pantallas, la radio sigue siendo ese lugar donde las voces humanas importan más que los hashtags y aquí en el Quindío tenemos el privilegio de contar con la Ufm 102.1 que, además, está de plácemes por sus 25 años de historia. Enhorabuena para todos quienes hacen posible que la emisora se mantenga al aire.

 

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