Descargue Carmesí

Descargue Carmesí
Carmesí es un libro ilustrado de Microcuentos, disponible bajo licencia Creative Commons 4.0 (CC,BY) escrito por Jorge Urrea. Siéntase libre de Descargarlo y compartirlo

Podcast Común-mente

Común-mente Episodio 1 - Temporada 1

Galería de Flickr

Youtube

sábado, 27 de diciembre de 2025

Cómo van las RR.SS.

 El informe Metricool Redes Sociales 2025, basado en el análisis de 39 millones de publicaciones, confirma una tendencia ya consolidada: el vídeo es el formato con mejor rendimiento en la mayoría de plataformas. TikTok lidera en alcance, interacciones y potencial de crecimiento; YouTube incrementa de forma notable las reproducciones por vídeo (+76 %); Facebook experimenta un repunte significativo en visibilidad e interacción impulsado por el contenido audiovisual. Incluso en redes con claros signos de saturación, como Instagram o LinkedIn, los formatos audiovisuales siguen concentrando los mejores resultados relativos.

 

Los datos muestran además un patrón transversal: publicar más no garantiza mejores métricas. En casi todas las plataformas se observa un aumento del volumen de publicaciones acompañado de una caída de los promedios de alcance e interacción. La competencia por la atención es cada vez mayor y el crecimiento se concentra en aquellos formatos que favorecen la interacción: vídeo, carruseles o encuestas. Desde un punto de vista empírico, el informe es claro: las plataformas priorizan el vídeo, los usuarios interactúan más con él y las estrategias que lo integran de forma sistemática obtienen mejores resultados.

 

Hasta aquí, los datos no dejan lugar a dudas.

Sin embargo, el propio informe también deja abiertas inquietudes. Describe con precisión qué formatos funcionan, pero no explica por qué funcionan. Y es en ese punto donde aparecen los testimonios cualitativos incluidos en el estudio y, con ellos, una dimensión poco analizada: el papel del audio.

 

Metricool no aborda el audio como categoría analítica. No estudia podcasts, no diferencia entre vídeos hablados, musicales o sin voz, ni mide variables relacionadas con la escucha, la narración oral o la presencia de la voz. El audio no aparece como variable. Desde un punto de vista metodológico, simplemente no está siendo considerado.

 

Sin embargo, los testimonios de creadores y profesionales apuntan recurrentemente en esa dirección. Se habla de sonidos en tendencia, de la importancia de la autenticidad, de la fatiga frente a contenidos excesivamente producidos y del mejor rendimiento de piezas más espontáneas, conversacionales o narrativas. No como dato estadístico, sino como experiencia práctica —investigación social pura—.

 

Esta tensión resulta significativa. El informe demuestra el dominio del vídeo, pero no discrimina qué dimensión del vídeo está generando conexión. La imagen, el ritmo, la duración, la estructura narrativa o el audio quedan agrupados bajo una misma etiqueta. El resultado es una radiografía precisa del rendimiento, pero incompleta en términos narrativos.

 

En un ecosistema saturado de imágenes intercambiables y formatos repetidos, los testimonios sugieren que la voz —entendida como presencia humana, tono y relato — podría estar funcionando como elemento diferencial, debido a que es uno de los códigos del lenguaje audiovisual que permite identificar naturalidad y, sobre todo, humanidad.

 

Nos quedan debiendo la radiografía de lo sonoro que se expresa en contenidos que acompañan, que se consumen en segundo plano y que construyen vínculo a través del relato y la presencia de una voz reconocible.

 

 

Nos vemos y escuchamos en la red (0)

Internet lleno, pero vacío

 En los márgenes menos visibles de la cultura digital circula desde hace casi una década idea intrigante y perturbadora: la teoría del “Internet muerto”. Surgida en foros como 4chan y articulada con mayor detalle en espacios como Agora Road, esta teoría sostiene que la mayor parte de la actividad que hoy observamos en línea, los comentarios, los “me gusta”, las interacciones y hasta las supuestas conversaciones, ya no proviene de seres humanos, sino de bots y sistemas automatizados capaces de simular presencia y de replicar patrones sociales sin necesidad de comprensión ni gestión. Según un análisis difundido por Forbes, el relato expresa una sensación creciente de “aburrimiento y alienación”, la sospecha íntima de que navegamos entre respuestas generadas por nadie, en un ecosistema donde lo auténtico es cada vez más difícil de distinguir del ruido algorítmico.

 

La sospecha tiene, además, indicadores empíricos inquietantes. Informes recientes estiman que más de la mitad del tráfico en línea proviene ya de bots, y plataformas como X han evidenciado una infestación de cuentas automatizadas que ocupan los hilos de conversación con spam y frases de prefabricadas. El fenómeno se extiende a espacios no necesariamente visibles: descripciones de productos generadas por IA en Amazon, comentarios automatizados en videos y publicaciones, cadenas enteras de interacciones sin interlocutor humano. Más que la muerte literal de Internet, lo que se sugiere es el colapso progresivo de la conversación: un paisaje donde lo que se dice importa menos que la velocidad y la capacidad de replicar contenido.

 

Pero el problema no se limita a redes sociales saturadas. Como advierte un artículo del portal Sursiendo, la automatización ha empezado a colonizar también la producción de conocimiento cotidiano: docentes que elaboran materiales con IA, estudiantes que resumen y reelaboran esos mismos materiales con IA, trabajos evaluados por herramientas automatizadas, y un ciclo en el que la creación humana se vuelve marginal frente al reciclaje infinito de información sintética. 

 

Es un ecosistema donde el contenido no se genera para comprender, sino para llenar espacio. Un simulacro que produce la ilusión de actividad, aunque detrás no haya experiencia, intención ni comprensión humana.

Internet no está muerto, pero sí está profundamente transformado. La diversidad que caracterizó al “viejo Internet” ,blogs personales, comunidades pequeñas, espacios experimentales, creatividad descentralizada, ha sido sustituida por un puñado de plataformas corporativas donde la métrica del clic domina sobre la conversación, y donde algoritmos opacos deciden qué vemos, qué desaparece y qué se amplifica. La homogeneización y la automatización no son accidentalidades: son el modelo de negocio.

 

Frente a esta tendencia, algunos autores plantean alternativas: jardines digitales, redes federadas, permacomputing y formas de comunalidad digital que devuelvan agencia a las personas y revaloricen la creación auténtica. 

 

Es un esfuerzo necesario, pero insuficiente si no enfrentamos el problema de fondo: la erosión del conocimiento.

Porque el verdadero riesgo no es que Internet se vuelva un cementerio de bots, sino que la sociedad termine alimentándose de conocimiento reciclado, sintético, derivado de sí mismo, constituyendo un internet lleno pero vacío. La única defensa ante ese empobrecimiento epistémico es la producción sistemática de nuevo conocimiento: investigación científica, trabajo intelectual riguroso, observación cuidadosa del mundo. Y, sobre todo, la difusión pública de ese conocimiento para que circule, se contraste y se discuta.

 

Nos vemos en la red (0)

La herramienta y la pereza

 La noticia es, por antonomasia, verdadera. Si es falsa, no es noticia: es otra cosa. Por eso resulta tan preocupante el reciente episodio en El Espectador, donde un practicante publicó artículos escritos con ayuda de inteligencia artificial que incluían fuentes inexistentes. El error no fue solo suyo. También fallaron los filtros editoriales, el acompañamiento y la comprensión de lo que una herramienta como la IA puede, y no puede, hacer en una redacción.

 

Como lo informó el mismo Espectador, los textos tenían patrones inconfundibles: prosa demasiado uniforme, expertos que no existen, referencias reales pero irrelevantes. Un uso torpe de la IA, sí, pero más grave aún es que el artículo haya llegado a publicarse. Debemos preguntarnos qué procesos permiten que un contenido sin verificación supere todas las barreras de control. Una redacción que no sabe detectar esto a tiempo –en estos días de IA- no está entendiendo el alcance del problema y el instante histórico-tecnológico.

 

Porque la IA no es un demonio, pero tampoco un periodista. Es ,y seguirá siendo, un eficiente asistente personal, no un creador de verdad. Puede resumir, ordenar, cruzar datos, proponer enfoques, incluso ayudar a redactar borradores iniciales. Pero no puede reemplazar la verificación, la reportería, el criterio editorial ni la responsabilidad ética. Esa distinción está en el centro de los debates que hoy se dan en América Latina: usar la IA con responsabilidad, sin sensacionalismos, pero sin ingenuidad. Así lo plantean los análisis recientes de UNESCO y las discusiones internacionales citadas en estos días: la herramienta es útil, pero requiere gobernanza, transparencia y límites claros.

 

Un debate adicional, menos visible pero crucial, tiene que ver con la autoría. La IA generativa interpela la idea misma de creación periodística: ¿de quién es el texto cuando un modelo transforma patrones lingüísticos en frases plausibles? ¿Qué significa firmar algo que no se investigó ni se reportó? Los expertos advierten que estos sistemas no “conocen” nada; solo reproducen formas. Por eso, cuando un medio permite que un texto producido por IA llegue al lector sin revelar su origen, está comprometiendo la confianza que sustenta su existencia. La autoría periodística no es una cuestión de estilo, sino de responsabilidad sobre los hechos, una línea que ninguna herramienta puede asumir en nombre del reportero.

 

El caso del practicante pone de manifiesto también una pregunta que debemos resolver desde la academia. ¿Qué estamos haciendo para enseñar el buen uso de la IA? ¿Cómo conseguir que los estudiantes, cada vez más dependientes de esta herramienta, generen productos fruto de su intelecto?

 

Si la ocasión hace al ladrón, ¿la herramienta motiva la pereza? No debería ser así sino al contario. La IA puede potenciar el oficio, pero nunca suplir la ética que lo sostiene.

 

Nos vemos en la red (0)

TikTok y el eduentretenimiento

  TikTok hace tiempo dejó de ser solo una plataforma de entretenimiento para convertirse en un espacio donde también se aprende. Desde finales del año pasado, la aplicación activó en Latinoamérica un feed dedicado a contenidos STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) que busca acercar estas áreas al público joven en formatos breves, accesibles y en español.

 

Según el comunicado oficial de TikTok para la región, el objetivo del espacio es “enriquecer el aprendizaje a través de la narración de historias, fomentando la creatividad, la autoexpresión y los nuevos conocimientos”. En otras palabras, integrar la curiosidad científica a la dinámica cotidiana del consumo digital.

 

El feed STEM aparece integrado en la sección Para Ti y viene activado por defecto para los menores de edad, de modo que el descubrimiento de contenidos educativos forma parte de la experiencia natural dentro de la aplicación. En este espacio conviven divulgadores, docentes, ingenieros y creadores que explican temas complejos con sencillez, desde experimentos de laboratorio hasta conceptos de biología o tecnología. Ejemplos destacados son cuentas como @movimientostem, @cindynosaurios o @profelobo, que transforman ideas abstractas en relatos visuales y entretenidos.

 

La iniciativa confirma que el aprendizaje digital ya no es una tendencia marginal. TikTokentiende que su comunidad no solo quiere entretenerse, sino también descubrir, comprender y crear. Con más de tres millones de publicaciones bajo el hashtag #AprendeEnTikTok y casi un millón de visualizaciones en #STEM y #YoSoySTEM, la plataforma ha encontrado un punto de encuentro entre conocimiento y cultura popular.

 

La apuesta no está en reemplazar a la escuela, sino en extender sus fronteras. En un contexto donde la atención es el recurso más escaso, lograr que millones de usuarios dediquen un minuto a entender cómo funciona una célula o qué hace un ingeniero aeroespacial ya es un avance significativo. 

 

Si el rigor científico se mantiene y TikTok logra sostener alianzas con creadores de calidad,es esta una excelente plataforma de divulgación: una que no se siente como clase, pero que entre video y video amplía el conocimiento, de eso se trata el eduentretenimiento.

 

Nos vemos en la red (0)

 

Ventanas

 Windows hoy cumple cuarenta años. Eso no ameritaría una columna si no representara elnacimiento de un lenguaje cultural que cambió para siempre nuestra relación con las pantallas. Lo que en 1985 comenzó como una interfaz gráfica básica sobre MS-DOSapenas unas ventanas monocromas y un puñado de programas elementalesse ha convertido con el tiempo en la gramática visual con la que millones de usuarios aprenden a habitar el mundo digital. Su promesa es contundente: hacer el computador comprensible. Su impacto, profundo: enseñarnos a mirar.

 

La idea de trabajar con ventanas simultáneas —ese mosaico que permite ver, comparar y ejecutar varias tareas a la vez— no solo transforma el uso del PC. También modifica la lógica de consumo de contenidos y termina filtrándose en otros medios. En los años noventa, los canales informativos adoptaron esa estética: pantallas divididas, recuadros superpuestos, barras de noticias en movimiento, scrolls permanentes y el famoso picture in picture. Todo lo que hoy parece natural en una transmisión en vivo tiene su raíz en aquel principio fundacional del entorno Windows: la simultaneidad como marca de modernidad. La televisión, siempre atenta a las transformaciones tecnológicas, remedia (como dirían Bolter y Grusin) ese lenguaje y lo convierte en parte de su propia narrativa.

 

La evolución del sistema también refleja la evolución del propio usuario. Windows 95 introdujo el botón de inicio, la barra de tareas y el “plug and play”, y con ello inauguró la sensación de que el computador puede ser intuitivo. Windows XP consolidó esa confianza en plena expansión del internet doméstico. Windows 7 afinó la experiencia y Windows 10 extiende ese ecosistema a múltiples dispositivos. Cada versión es un capítulo en la historia de cómo aprendimos a convivir con las pantallas.

 

Ahora, mientras Microsoft proyecta un futuro de inteligencia artificial integrada, asistentes contextuales y escritorios capaces de anticipar nuestras necesidades, vale preguntarse:¿cuánto de nuestro día a día transcurre a través de ese entorno sin que lo advirtamos? Quizá ese sea su mayor legado: haber convertido el mundo digital en un espacio habitable, tan natural que olvidamos que alguna vez hubo que aprenderlo.

 

Nos vemos en la red (0)

Descargue Carmesí en Pdf