Windows hoy cumple cuarenta años. Eso no ameritaría una columna si no representara elnacimiento de un lenguaje cultural que cambió para siempre nuestra relación con las pantallas. Lo que en 1985 comenzó como una interfaz gráfica básica sobre MS-DOS, apenas unas ventanas monocromas y un puñado de programas elementales, se ha convertido con el tiempo en la gramática visual con la que millones de usuarios aprenden a habitar el mundo digital. Su promesa es contundente: hacer el computador comprensible. Su impacto, profundo: enseñarnos a mirar.
La idea de trabajar con ventanas simultáneas —ese mosaico que permite ver, comparar y ejecutar varias tareas a la vez— no solo transforma el uso del PC. También modifica la lógica de consumo de contenidos y termina filtrándose en otros medios. En los años noventa, los canales informativos adoptaron esa estética: pantallas divididas, recuadros superpuestos, barras de noticias en movimiento, scrolls permanentes y el famoso picture in picture. Todo lo que hoy parece natural en una transmisión en vivo tiene su raíz en aquel principio fundacional del entorno Windows: la simultaneidad como marca de modernidad. La televisión, siempre atenta a las transformaciones tecnológicas, remedia (como dirían Bolter y Grusin) ese lenguaje y lo convierte en parte de su propia narrativa.
La evolución del sistema también refleja la evolución del propio usuario. Windows 95 introdujo el botón de inicio, la barra de tareas y el “plug and play”, y con ello inauguró la sensación de que el computador puede ser intuitivo. Windows XP consolidó esa confianza en plena expansión del internet doméstico. Windows 7 afinó la experiencia y Windows 10 extiende ese ecosistema a múltiples dispositivos. Cada versión es un capítulo en la historia de cómo aprendimos a convivir con las pantallas.
Ahora, mientras Microsoft proyecta un futuro de inteligencia artificial integrada, asistentes contextuales y escritorios capaces de anticipar nuestras necesidades, vale preguntarse:¿cuánto de nuestro día a día transcurre a través de ese entorno sin que lo advirtamos? Quizá ese sea su mayor legado: haber convertido el mundo digital en un espacio habitable, tan natural que olvidamos que alguna vez hubo que aprenderlo.
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